domingo, 6 de noviembre de 2011

La Soledad, la bella incomprendida (I Parte)

La Soledad, la bella incomprendida (I)




“¡Así que  entra en confinamiento, en soledad!, para poner las cosas en orden, para meditar sobre tu propio ser y tus problemas. Y esa es su belleza: si puedes estar en silencio, viviendo contigo mismo durante unos días, las cosas se asientan automáticamente, porque un estado de desequilibrio no es natural. (...) Simplemente relájate  y deja que las cosas sean, y observa, y no hagas ningún esfuerzo por cambiar nada. Recuerda: si intentas hacer algún cambio continuarás igual, porque el mero esfuerzo continuará perturbando las cosas”.

Esta hermosa cita del libro “...Y llovieron flores”, con la que he querido iniciar el encuentro de hoy, pertenece a Osho ese especial hombre de la India y tal vez uno de los grandes mensajeros e incomprendidos del recién finalizado siglo XX (porque hasta fue preso y perseguido por varios gobiernos “democráticos”, a raíz de sus ideas). En este párrafo Osho nos recuerda lo importante que es adentrarnos en nuestra esencia espiritual, para mantener el equilibrio en todo momento, fluir con la vida misma, encontrar nuestra conexión Suprema y muy importante no dejarnos llevar por las cosas externas. Todo esto, dicho con las palabras del pensador hindú adquiere un matiz si se quiere poético, pero nos encierra una gran y muchas veces temida verdad, debemos dar tiempo, tal vez mucho, para vivir con nosotros mismos y entregarnos con amor a la soledad de nuestro ser. Es decir, desprendernos en diversos intervalos a lo largo de nuestra vida de la necesidad de estar en sociedad, compañía (de cualquier tipo), para poder vivir nuestra grandeza interna desde la hermosa hermana que todos tenemos al nacer, nos acompaña en cada instante de esta existencia terrena y de seguro nos escoltará al momento de cruzar ese puente que nos regresa a lo Divino, sin duda hablo de la soledad, la cual en nuestra cultura y sentir occidental la vemos como sinónimo de abatimiento, o poca valía, pues asumimos que un hombre solo o una mujer en iguales circunstancias son seres incompletos, infelices o que no valen lo suficiente para poder mantener una relación junto a ellos.
Amigos, el motivo de tratar este tema me lo han dado varios de ustedes, quienes en sus diversas misivas me han planteado, situaciones un tanto desoladoras con relación a la perdida afectiva de sus parejas, o a ese sentirse  “tristes y solos”, por no tener a esa “media naranja” a su lado. Ciertamente a quienes ahora estén atravesando por la experiencia, nada agradable por  demás, que encierra la ruptura de una relación amorosa, o la pérdida de un ser querido y a raíz la misma se sientan deprimidos o carentes de valor, les puedo decir con toda mi  sinceridad y con el corazón en cada palabra, que yo también he vivido (Sólo Dios sabe cómo), este tipo amargas, tristes y desgarradoras vivencias. Sin embargo, cuando somos capaces de comprender e internalizar que la soledad puede ser la mejor aliada que tenemos para adentrarnos en las maravillas internas que cada uno de nosotros lleva en sí, amarnos y conocernos más, entonces podemos cambiar esos días grises y lluviosos de nuestra alma, por unos más soleados y coloridos. El problema radica, en que muchas veces nos quedamos atrapados en el dolor, el luto y no descubrimos que: Así como El Mesías Yeshúa (en hebreo éste es el nombre de Jesús y  significa: “el que salva”), resucitó al tercer día para quitar el luto del corazón de María y sus seguidores; ya es hora que muchas personas que viven actualmente ese luto espiritual de:  “sentirnos solos, tristes y abandonados”, resuciten como lo hizo  Yeshúa y vivan la vida desde la alegría y el amor, entendiendo que la soledad puede ser una oportunidad muy valiosa para crecer más en todos los sentidos y cuando aparezca una nueva relación, disfrutarla con más serenidad interior, armonía y valía propia.
La historia de la media naranja, puede parecernos un poco romántica, pero asumirla como tal en nuestras vidas podría  resultarnos perjudicial (al menos desde mi modesta opinión), porque lo griegos a través de aquella fábula decían que los seres humanos éramos como naranjas que cortaban  por la mitad y teníamos que encontrar la otra mitad para “ser felices”.  La objeción que yo le doy a esta romántica fábula, es que nos hace creer que necesitamos de esa “otra mitad”, para alcanzar la dicha plena, en pocas palabras, aceptar esto es considerarnos medio mujeres o medio hombres y no seres humanos completos que a través de nuestras parejas, podemos seguir adelante compartiendo lindas experiencias y creciendo como seres espirituales, pero sin que esto implique la “necesidad del otro” para ser totales y plenos.
La soledad asumida desde el dolor o la baja autoestima porque  no se tiene a “alguien especial” al lado, es sin duda uno de los grandes males de la humanidad actual, porque cada año vemos como en las camas todos los hospitales en el mundo, hay pacientes internados por este mal, hay personas que gastan fortunas en antidepresivos o citas con psiquiatras para superar este “problema” y  otros (éste es el peor de los casos), engrosan las estadísticas de suicidios y hay quienes se matan lentamente todos los días, cuando impulsados por esa “terrible soledad” caen el abuso de las drogas, el alcohol o en una serie de relaciones de puro sexo y sin amor simplemente  para “vivir la vida”, o “pasarla bien”, cuando en solo ponen evasiones para asumir dignamente ese vacío interior, que paradójicamente tiene como gran solución: No la presencia de “la media naranja” en sus vidas, sino la presencia autentica de cada ser dentro de sí. ¿Cuán distinto sería nuestro planeta, si todos viéramos la soledad como una hermana para crecer y no una enemiga a vencer?. El problema es que vivimos tan entregados al mundo  exterior, que mirarnos por dentro o el mero hecho de pasarnos un día con nosotros mismos en absoluto silencio nos abruma y confunde. Conocemos o pretendemos conocer más a los demás, cuando somos incapaces muchas veces de conocernos a nosotros mismos.
Sólo cuando, descubramos que el fin de una relación (amistosa, pareja, familia, etc), no tiene por qué ser el fin de nuestra vida y que en nuestro interior tenemos todas las herramientas para ser felices y nos dediquemos a superarnos cada día, es que estaremos libres de la necesidad de dominar a los demás, imponer nuestras razón aún no teniéndola y seremos libres de vivir y dejar vivir.
Compañeros, ustedes me han inspirado a tocar este inagotable tema, porque he podido ver que en nuestro mundo hay un gran vacío que nos hace ver a la soledad como enemiga en vez de aliada, por ello en la próxima entrega, citaré unos interesantes datos para hacer nuestros momentos de soledad más gratos y placenteros. Porque la vida con sus altos y sus bajos es demasiado hermosa para que la desperdiciemos muriendo cada día. Nuestra esencia es demasiado bella y misteriosa, para olvidarla buscando sólo lo que esta afuera, cuando hay un manantial inagotable de dicha, paz y alegría esperando por cada uno en nuestros corazones. Vivamos con libertad sin depender de otros, amándonos y respetándonos cada día más.
Con mucho cariño y bendiciones,
Alejandrina.


Por: Alejandrina Uribe-Betancourt

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¡Que Dios TODOPODEROSO sea glorificado en todo lo que yo  escriba, y sea para propagar la paz, la armonía y la Gracia Divina!
Alejandrina María


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